"A veces me siento mal y a veces bien", dice el abuelo Germán. "Pero desde que llegaron los perros, son más los días en que me siento bien". Germán Casas vive en la residencia Vallbona de Barcelona, donde también viven Luna y Dolce, las mascotas compartidas por todos los abuelos.
"Dolce me esquiva un poco pero Luna me quiere con locura", dice el abuelo. Germán compartió muchos momentos con Luna, entre ellos una noche que jamás olvidará: "Luna era pequeña y estaba enferma. Por la noche vino a mi habitación y se puso a llorar. Entonces yo la metí en mi cama y la cuidé. ¡Vaya noche que me dio! La perrita pensaba que yo era su mamá y se pegó a mi pecho hasta por la mañana. No dormí. Al día siguiente, no podía levantarme".
Yo le cuento cosas a Luna, como si fuera una persona
Luna es una labradora de color negro y, quizás, sea tan especial para Germán por lo mucho que le recuerda a Negrita, la fox terrier que tenía cuando era pequeño. Cuando la acaricia, los recuerdos afloran aunque la vejez se empeñe en borrarlos. "Yo le cuento cosas a Luna, como si fuera una persona", afirma el abuelo.
desde que llegaron los perros, son más los días en que me siento bien
Además, para vencer el paso del tiempo y hacer que los recuerdos perduren, Germán tiene una estrategia: "En mi móvil llevo una foto de Canela, una perra que vivió muchos años con nosotros pero que ya murió", cuenta con nostalgia. "Bueno, en realidad en el teléfono llevo fotos tanto de Canela como de Luna, y también de Dolce, aunque a veces no quiera jugar conmigo", dice el abuelo riendo.