Yeli y Nola Yeli y Nola Yeli y Nola Yeli y Nola
Cuidar

Yeli y su gata Nola, veinte años juntas

Yeli y su gata Nola, veinte años juntas
Yeli

Yeli

Vive en Barcelona con su familia

Nola

Nola

Una gata anciana y leal

Cuando Yeli dejó Almería y se instaló en Barcelona no imaginaba que iba a conocer a alguien tan especial, pero a los dos años apareció Nola, una gatita con la que ha compartido todos las idas y venidas de su vida.


“Tengo a mi gata desde antes de conocer a mi marido y de tener a mi primer hijo. Nola está conmigo desde que comencé a estudiar la carrera”, explica Yeli emocionada y añade: “Cuando conocí a Santi, mi marido, la gata tenía celos de él y la tuve que dejar en casa de mis tíos”. Este pequeño contratiempo se resolvió cuando durante un verano, mientras Nola pasaba por una afección en los ojos, se la volvieron a quedar. Desde entonces “la relación de Santi con la gata ha ido mejorando”, explica.
 


La personalidad de Nola ha cambiado con el tiempo
La personalidad de Nola ha cambiado con el tiempo


Después de tantos años de convivencia, a Yeli no le faltan historias para contar sobre su gata. Ella recuerda que la pequeña Nola era muy juguetona e independiente y que siempre la sorprendía con alguna trastada. “Un día, cuando tenía pocos meses, no la encontraba por casa. Vivía en un segundo piso y al mirar por la ventana vi que estaba en la calle, debajo de un coche. Por suerte no le pasó nada”, cuenta aliviada. En otra ocasión, explica cómo su gatita avisó a toda la familia de que había un escape de agua: “Empezó a maullar y nos avisó. Vimos que la cocina estaba toda llena de agua. Me han pasado con ella miles de cosas, anécdotas del día a día”.


Al quedarse embarazada de su primer hijo, Yeli fue consciente de las precauciones que debía tomar para no enfermar de toxoplasmosis. Todo fue como la seda y cuando nació el bebé, “la gata se plantaba delante de la cuna y lo vigilaba, pero sin acercarse nunca. Ahora que los niños son mayores cuando ve que juegan a la pelota ella se pone en medio para intentar que alguien le haga caso”, dice entre risas, mientras recuerda que con el tiempo se ha hecho más cariñosa y busca la cercanía de los niños, que “la tratan como su gata, la miman y le abren el grifo para que beba”.


Lo que más le sorprende a Yeli es ver cómo la personalidad de Nola ha cambiado con el tiempo, y es que veinte años no son pocos para una gata. “Antes se dejaba peinar, ahora no quiere que la peines, se ha vuelto como una persona mayor, con sus manías y sus cosas”, explica, mientras se entristece al pensar que un día no muy lejano dejará de estar con ella.
 


Veinte años no son pocos para una gata
Veinte años no son pocos para una gata


Pero a pesar de la edad, Nola no deja de darle satisfacciones a Yeli, por ejemplo como cuando en el último verano que pasaron en su apartamento de la Costa Brava, la veía tan feliz que ella misma se alegraba. “Tenía novios, venían a verla los gatos que se colaban por casa”, relata.


La lealtad de Nola por sus dueños se palpa en cada mimo que ofrece cuando alguien de la familia está enfermo o triste, por eso Yeli no duda en afirmar que ahora, cuando más la necesita, está en deuda con ella: “Una gata anciana requiere ciertas obligaciones. No es un juguete y no la puedes abandonar. Saber eso es muy importante para los niños y para los mayores”.


Cuando Yeli mira a Nola, nota que su mirada ya no es tan brillante y vivaz como antes, pero también sabe que esos ojos guardan los recuerdos de toda una vida compartida.


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